Grazas a Brétemas chego ao seguinte texto sobre a nosa situación actual (xa están as enquisas de camiño...!!!) de Juan Varela:
Produce sonrojo y vergüenza leer las declaraciones del presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, sobre la propuesta de su gobierno para reducir el gallego en la educación. ¡Y todo camuflado de liberalismo!
Vergüenza. Es el primer paso del Partido Popular para seguir maldiciendo el gallego y la historia de un pueblo hasta que sus hijos no sepan reconocerse. Lo hizo la dictadura de Franco durante 40 años y lo hacen ahora sus herederos políticos y culturales. Todos pendientes de la obediencia a un diario como El Mundo y a sus intereses económicos y políticos.
Vergüenza y repudio. La Xunta de Feijóo vuelve a cargar los males de la educación contra la lengua y olvida que Galicia, como Euskadi o Cataluña, tiene la suerte de tener dos lenguas naturales. Pero el PP es incapaz de asumir que el plurilingüismo es una riqueza.
Nuestros hijos deberían poder expresarse en sus lenguas nativas y además en inglés, la lingua franca internacional. Sin tensión. Sin demagogia política.
Pero la derecha sigue empeñada en una cruzada contra una parte de nuestra historia y nuestro ser.
A mi generación la dictadura franquista le robó una gran parte de su cultura. Sólo hablábamos gallego cuando los fines de semana y los veranos volvíamos al pueblo. La ciudad, la educación, lo que entonces se consideraba el desarrollo -el desarrollismo de los finales sesenta y de los setenta del siglo XX- anatemizaba la lengua de nuestros padres y nuestra tierra. Allá, muy al fondo, sobrevivían como un arcaísmo superado Rosalía, Emilia Pardo Bazán y algunos otros vestigios permitidos de lo que un día fue el Rexurdimento decimonónico.
Fraga reditó esa cruzada volviendo a convertir el gallego en folclorismo. Una estrategia invencible para alejar a muchos jóvenes de una lengua considerada de analfabetos y pobres.
La lengua como una ruina más. Como los castros abandonados. Sometida al feísmo como la arquitectura de la especulación y el desarrollo insostenible.
Feijóo y su Xunta clavan ese estigma haciendo elegir a los padres entre una lengua vieja, que no sirve para nada, y la lengua del futuro de ese castellano imperial y aniquilador que no es el castellano de tantas voces, de tanta gente que comparte culturas.
Sin exclusión. El gobierno de Galicia debería preocuparse de asegurar la mejor educación para sus ciudadanos sin renunciar a ninguna de sus riquezas. Pero eso no les interesa. Es más fácil estigmatizar una parte de la historia y el ser de un pueblo.
Los alumnos de la persecución y la perversión lingüística tendrán ahora la libertad de elegir en qué lengua quieren ser educados sus hijos. Eligen entre una lengua obsoleta y minoritaria, apta sólo para pulpeiradas infames y mítines, y la lengua del futuro. Feijóo y el PP podrán presumir de demócratas y liberales.
Pero no lo son.
Los políticos empeñados en dividir son la peor marea negra que azota Galicia cíclicamente igual que esa tiña arrojada por los petroleros una vez tras otra en nuestras costas. Esa marea negra nacida de no asumir, pensar ni querer la propia historia. La marea negra interna, la que más odia, engaña y daña la propia tierra y a su gente.
Sólo queda la débil esperanza de que la ciudadanía no caiga en la estrategia del conflicto de los políticos y reclame más y mejor educación en todas las lenguas.
Sin exclusión, sin ideología. Sólo defendiendo el derecho fundamental de saber y ser educados en lo que somos y lo que queremos ser. Sin desconocernos a nosotros mismos para no seguir sufriendo ese extrañamiento que a tantos les hace ajenos en su propia tierra y que a tantos ha conducido a otros lugares extrañando y extraños.
Pero es difícil. Con tanta tensión, con tanta ignominia, con tanta manipulación, con tanta maldición.
Produce sonrojo y vergüenza leer las declaraciones del presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, sobre la propuesta de su gobierno para reducir el gallego en la educación. ¡Y todo camuflado de liberalismo!
Vergüenza. Es el primer paso del Partido Popular para seguir maldiciendo el gallego y la historia de un pueblo hasta que sus hijos no sepan reconocerse. Lo hizo la dictadura de Franco durante 40 años y lo hacen ahora sus herederos políticos y culturales. Todos pendientes de la obediencia a un diario como El Mundo y a sus intereses económicos y políticos.
Vergüenza y repudio. La Xunta de Feijóo vuelve a cargar los males de la educación contra la lengua y olvida que Galicia, como Euskadi o Cataluña, tiene la suerte de tener dos lenguas naturales. Pero el PP es incapaz de asumir que el plurilingüismo es una riqueza.
Nuestros hijos deberían poder expresarse en sus lenguas nativas y además en inglés, la lingua franca internacional. Sin tensión. Sin demagogia política.
Pero la derecha sigue empeñada en una cruzada contra una parte de nuestra historia y nuestro ser.
A mi generación la dictadura franquista le robó una gran parte de su cultura. Sólo hablábamos gallego cuando los fines de semana y los veranos volvíamos al pueblo. La ciudad, la educación, lo que entonces se consideraba el desarrollo -el desarrollismo de los finales sesenta y de los setenta del siglo XX- anatemizaba la lengua de nuestros padres y nuestra tierra. Allá, muy al fondo, sobrevivían como un arcaísmo superado Rosalía, Emilia Pardo Bazán y algunos otros vestigios permitidos de lo que un día fue el Rexurdimento decimonónico.
Fraga reditó esa cruzada volviendo a convertir el gallego en folclorismo. Una estrategia invencible para alejar a muchos jóvenes de una lengua considerada de analfabetos y pobres.
La lengua como una ruina más. Como los castros abandonados. Sometida al feísmo como la arquitectura de la especulación y el desarrollo insostenible.
Feijóo y su Xunta clavan ese estigma haciendo elegir a los padres entre una lengua vieja, que no sirve para nada, y la lengua del futuro de ese castellano imperial y aniquilador que no es el castellano de tantas voces, de tanta gente que comparte culturas.
Sin exclusión. El gobierno de Galicia debería preocuparse de asegurar la mejor educación para sus ciudadanos sin renunciar a ninguna de sus riquezas. Pero eso no les interesa. Es más fácil estigmatizar una parte de la historia y el ser de un pueblo.
Los alumnos de la persecución y la perversión lingüística tendrán ahora la libertad de elegir en qué lengua quieren ser educados sus hijos. Eligen entre una lengua obsoleta y minoritaria, apta sólo para pulpeiradas infames y mítines, y la lengua del futuro. Feijóo y el PP podrán presumir de demócratas y liberales.
Pero no lo son.
Los políticos empeñados en dividir son la peor marea negra que azota Galicia cíclicamente igual que esa tiña arrojada por los petroleros una vez tras otra en nuestras costas. Esa marea negra nacida de no asumir, pensar ni querer la propia historia. La marea negra interna, la que más odia, engaña y daña la propia tierra y a su gente.
Sólo queda la débil esperanza de que la ciudadanía no caiga en la estrategia del conflicto de los políticos y reclame más y mejor educación en todas las lenguas.
Sin exclusión, sin ideología. Sólo defendiendo el derecho fundamental de saber y ser educados en lo que somos y lo que queremos ser. Sin desconocernos a nosotros mismos para no seguir sufriendo ese extrañamiento que a tantos les hace ajenos en su propia tierra y que a tantos ha conducido a otros lugares extrañando y extraños.
Pero es difícil. Con tanta tensión, con tanta ignominia, con tanta manipulación, con tanta maldición.
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