Merche Negro escribe:
Usted no se lo va a creer, señor ministro. Pero yo me quedé
embarazada con 25 años a miles de kilómetros de distancia. Con una mano
delante y otra detrás. Y decidí tener a mi hija.
Ahora, diez años después, sé que es lo mejor que hice en mi vida. Soy
tan pesada con las maravillas de las que soy testigo cada día que hasta
he hecho un hashtag (#mipreciosahija) con el que lleno mi twitter a la menor cosa que le escucho, o que hace, o que me cuenta.
Por lo tanto, y aunque no fuera estrictamente necesario porque no hay
que parir para opinar –el raciocinio no es como lo de comer huevos–,
tengo razones más que suficientes para dirigirme a usted en esta
materia, y con todo mi instinto maternal como equipación extra. Y me voy
a explicar con todas las palabras que sean necesarias, despacito y sin
subordinadas para que pueda usted seguir bien el ritmo.
La Ley Orgánica 2/2010
de Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del
Embarazo, que es sobre la que usted está presentando ahora un
anteproyecto, establece en su artículo 13 que en cualquiera de los
supuestos, “se realice con el consentimiento expreso y por escrito de la
mujer embarazada o, en su caso, del representante legal, de conformidad
con lo establecido en la Ley 41/2002″.
Y si nos vamos a lo concreto, por ejemplo al caso de la interrupción
libre dentro de las primeras 14 semanas de gestación, el marco de
actuación dentro de la legalidad se especifica más aún, siendo
necesario a) que se haya informado a la mujer embarazada sobre los
derechos, prestaciones y ayudas públicas de apoyo a la maternidad, y b)
que haya transcurrido un plazo de al menos tres días, desde la
información mencionada en el párrafo anterior y la realización de la
intervención.
Lo que le quiero decir, señor ministro, es que la vigente es una ley
de libertades, no de obligaciones. Una mujer, frente a un embarazo no
deseado o –déjeme que imagine– incluso deseado pero insostenible en una
situación económica o social insuficiente para la crianza de un hijo,
tiene en este texto la garantía de que las instituciones le ayudarán a
afrontar la situación, asistirle en información, pero también con
recursos si decide que no puede seguir adelante. Y algo importante: todo
esto sin ser señalada como criminal.
Desgraciada, zorra, puta, malnacida, asesina… puedo seguir,
si necesita más ejemplos. Estas son las palabras que hace años, no
tantos, tenían que aguantar las mujeres que defendían la libertad (de
nuevo) de elegir de acuerdo a unos términos cuándo y cómo ser madre.
Porque esto es lo que un Ministerio de Justicia tiene como labor
fundamental de cara a sus ciudadanos: asegurar que todos somos iguales
en obligaciones, pero también en derechos.
Usted ahora nos viene
con que la “malformación de un feto no será un supuesto de aborto” en
el texto que está a punto de presentar, que será aprobado verbigracia
con la mayoría absoluta de la que disfruta su grupo parlamentario: “Hay
que dar el mismo nivel de protección a un concebido sin ningún tipo de
minusvalía o malformación, que a aquel del que se constate que carece de
algunas de las capacidades del resto de concebidos”. Sobre esto, van
dos consideraciones:
1. Proteger al concebido como le
llama usted es algo que, por descontado, un Gobierno ha de llevar a
cabo. De la misma manera que también al “concibiente” y permítame aquí
la analogía contractual. No tenga usted la desvergüenza de asimilar las
posibilidades de toda madre que conciba en España sin tener en cuenta su
nivel social y económico. Y he dicho social también, que no todo es
dinero –también educación PÚBLICA con programas de prevención, y acceso a
ayudas y protección social PÚBLICAS–.
Hágame un favor y revise el estado de
su móvil: quizá como su colega Montoro en el caso del rescate de
Valencia, no le funciona su plan de datos y no le ha llegado el email o
whatsapp correspondiente en el que Ana Mato le informa de que la Ley de
Dependencia ha saltado por los aires en la última oleada de recortes.
Esta ley garantizaba lo siguiente (o
lo intentaba luchando una por una con las autonomías que, señor
ministro, gobernadas por su partido, ponían todas las trabas posibles a
la aplicación de una ley aprobada y publicada, qué cosas):
se financiarán “los servicios que necesitan las personas dependientes,
bien por sufrir una enfermedad o accidente invalidante o al llegar a la
vejez. La dependencia personal es la incapacidad funcional para el
desarrollo de actividades de la vida diaria y por requerir ayuda para su
realización”.
Ahora improvise alguna frase que me convenza de que estos niños con
malformaciones tendrán una vida digna, y también sus madres y familias.
Si el Gobierno del que usted forma parte no se hará cargo, ¿nos derivará
a la caridad de la Iglesia católica, esta que no se ha pronunciado aún
sobre el deterioro sistemático y sin vuelta atrás del Estado de
bienestar y la igualdad entre los individuos que está llevando a cabo su
Gobierno desde Moncloa?
2. No concreta de qué tipo de protección estamos hablando en los
embarazos con malformaciones y que desarrollará en la ley. Se ha dicho
varias veces que su anteproyecto se asimilará a la Ley 9/1985 que
articulaba la interrupción del embarazo en nuestro país antes del 2010.
En ella, el tercer supuesto regulado hablaba de ”malformaciones o
taras, físicas o psíquicas, en el feto (supuesto eugenésico)”, y el
plazo legal para llevar a cabo estos abortos cubría hasta la semana 22
de gestación. ¿Qué es lo que nos está queriendo decir hoy, señor
ministro? ¿Que va a retroceder jurídicamente aún más en el tiempo?
Déjeme decirle que, más allá de lo reaccionario y amarillento de este
supuesto si es que es así, los datos de finales de los 70 previos a la
regulación del 85 son demoledores: según datos del Tribunal Supremo, en 1976 se llevaron a cabo 300.000 abortos clandestinos, con resultado de muerte de 3.000 mujeres.
3.000 mujeres en un año. Se lo puedo escribir tantas veces como quiera. Es una cifra que duplica, por ejemplo, los muertos por accidente de tráfico en 2011.
Además de posicionarse de una forma tan mezquina de cara a la
sociedad que juró usted proteger delante de la Constitución, la Biblia y
el rey –yo solo legitimo una de las tres para esto, y es más que
suficiente–, es una desfachatez por su parte que hable de que la ley del
2010 es ”éticamente inconcebible”.
Lo inconcebible es que usted se empeñe en tratar a la mujer como un
ser deambulante sin capacidad para decidir sobre su cuerpo primero y
sobre su forma de vivir su vida después. Y que tergiverse tanto los
conceptos: “La maternidad libre hace a las mujeres auténticamente
mujeres”.
Esta frase que pronunció usted en marzo en
el Congreso de los Diputados será por lo que muchos ciudadanos le
recordemos, y fíjese que sus obsesiones faraónicas que hemos tenido que
sufrir tantos años en Madrid, y su intentona de ejemplificar al político erudito y sensible a la cultura le han hecho competencia. Nada comparable, desgraciadamente.
Pero déjeme que termine cómo empecé: hablando de mi hija. Usted no
tiene ni idea –es que ni se acerca– de las conversaciones que tenemos
las mujeres con el espejo cuando descubrimos que estamos embarazadas. No
se imaginará nunca cómo visualizamos todas las posibilidades, las
prácticas y emocionales, cómo se paraliza nuestra vida anterior
intentando colocar esta nueva situación en un futuro a nueve meses en
que sí o sí, el peso recaerá en nosotras porque así sigue empeñada
nuestra sociedad que sea.
En 2003 a mí se me ocurrió ir al Ayuntamiento de Madrid a pedir
asistencia social y salí con una amenaza de la responsable del servicio:
“Tendremos que ponerte un investigador para confirmar que no entra
ningún otro sueldo en tu casa”. Entonces usted era mi alcalde, y en
usted se delegaba este área. La permanente sospecha de ciudadano
fraudulento para recortar el gasto viene de lejos, y el votante no lo
vio venir, o hizo oídos sordos. Le ahorro la sensación de ofensa que me
acompañó bastante tiempo. Ahora es usted mi ministro de Justicia y
pretende decirme cuándo, cómo y por qué he de parir, sea lo que sea lo
que haga con el crío después.
¿Sabe una cosa? Me encantaría que usted tuviera alguna hija a la que
mirar a los ojos y explicarle esto (dé gracias que son cuatro varones). A
mí se me ocurren muchas formas de adjetivar lo que está usted haciendo
con mis derechos: míos, nuestros. Pero soy una persona elegante y lo
dejo aquí.
1 comentario:
Só podo dicir BRAVO!
Publicar un comentario