Premio Alfaguara de novela 2011, El ruido de las cosas al caer é de Juan Gabriel Vásquez. Unha novela que fala, sobre todo, do Medo. Medo, con maiúscula, si, porque ao que se lle ten medo, por riba de todos os medos que sofre o protagonista, é á VIDA. E co medo como base, vaise construíndo unha historia sobre o narcotráfico; non unha historia máis, senón que desta volta é unha historia reflexiva sobre como este ten afectado profundamente a dúas familias, como o protagonista necesita SABER para sobrevivir, como a existencia do narcotráfico o marcou tan profundamente que cambiou toda a súa vida. Por iso, as cousas caen e fan ruído. Moito ruído, dependendo do que caia. Pero nesta novela caen constantemente cousas, e emocións, e sentimentos. Por iso debemos ler a novela tamén cos oídos, para non perdernos eses sons.
E dentro deses sons dos que falamos, o medo tamén produce barullo. Un barullo propiciado polo horror que enxendrou o narcotráfico en Colombia, a súa violencia extrema, os asasinatos continuos. E estes provocan sentir medo. Ese medo do que fala a novela. E a esperanza que late, patente en que as cousas foron cambiando, aínda que eses animais dun zoo estrambótico, deseñado pola mente dun tolo rico narcotraficante, senten que foron para peor.
El primero de los hipopótamos, un macho del color de las perlas negras y tonelada y media de peso, cayó muerto a mediados de 2009. Había escapado dos años atrás del antiguo zoológico de Pablo Escobar en el valle del Magdalena, y en ese tiempo de libertad había destruido cultivos, invadido abrevaderos, atemorizado a los pescadores y llegado a atacar los sementales de una hacienda ganadera. Los francotiradores que lo alcanzaron le dispararon un tiro a la cabeza y otro al corazón (con balas de calibre .375, pues la piel de un hipopótamo es gruesa); posaron con el cuerpo muerto, la gran mole oscura y rugosa, un meteorito recién caído; y allí, frente a las primeras cámaras y los curiosos, debajo de una ceiba que los protegía del sol violento, explicaron que el peso del animal no iba a permitirles transportarlo entero, y de inmediato comenzaron a descuartizarlo. Yo estaba en mi apartamento de Bogotá, unos doscientos cincuenta kilómetros al sur, cuando vi la imagen por primera vez, impresa a media página en una revista importante. Así supe que las vísceras habían sido enterradas en el mismo lugar en que cayó la bestia, y que la cabeza y las patas, en cambio, fueron a dar a un laboratorio de biología de mi ciudad.
E dentro deses sons dos que falamos, o medo tamén produce barullo. Un barullo propiciado polo horror que enxendrou o narcotráfico en Colombia, a súa violencia extrema, os asasinatos continuos. E estes provocan sentir medo. Ese medo do que fala a novela. E a esperanza que late, patente en que as cousas foron cambiando, aínda que eses animais dun zoo estrambótico, deseñado pola mente dun tolo rico narcotraficante, senten que foron para peor.
El primero de los hipopótamos, un macho del color de las perlas negras y tonelada y media de peso, cayó muerto a mediados de 2009. Había escapado dos años atrás del antiguo zoológico de Pablo Escobar en el valle del Magdalena, y en ese tiempo de libertad había destruido cultivos, invadido abrevaderos, atemorizado a los pescadores y llegado a atacar los sementales de una hacienda ganadera. Los francotiradores que lo alcanzaron le dispararon un tiro a la cabeza y otro al corazón (con balas de calibre .375, pues la piel de un hipopótamo es gruesa); posaron con el cuerpo muerto, la gran mole oscura y rugosa, un meteorito recién caído; y allí, frente a las primeras cámaras y los curiosos, debajo de una ceiba que los protegía del sol violento, explicaron que el peso del animal no iba a permitirles transportarlo entero, y de inmediato comenzaron a descuartizarlo. Yo estaba en mi apartamento de Bogotá, unos doscientos cincuenta kilómetros al sur, cuando vi la imagen por primera vez, impresa a media página en una revista importante. Así supe que las vísceras habían sido enterradas en el mismo lugar en que cayó la bestia, y que la cabeza y las patas, en cambio, fueron a dar a un laboratorio de biología de mi ciudad.
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