
A edición conta cun prólogo imprescindible de Fernando Cordobé.
Mientras caminaba me di cuenta de que había una joven sollozando apoyada contra la puerta cerrada de la iglesia. Tendría alrededor de dieciséis o diecisiete años. Su cabello dorado escapaba bajo el pañuelo que le cubría la cabeza y caía con gracia y ligereza. Sus ropas lucían inmaculadas. Sorprendida por el ruido de mis pasos, se giró. Sólo un poeta podría haberle hecho justicia. Sus ojos eran azules y luminosos, pero estaban ligeramente empañados por una triste nostalgia. Estaban protegidos por unas largas pestañas que prácticamente atrapaban sus lágrimas. ¿Qué había en ella capaz de atravesar todas las defensas de mi corazón al primer vistazo?
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