Da mesma editorial que comentabamos onte, temos este poema da chilena Marta Brunet (do seu libro Aleluyas para los más chiquitos) ilustrado por mEy: Historia del gato Güiña y la gata Morisca fala dun gato moi gamberro que non é querido por ninguén ata que topa o amor dunha gatiña ben especial.
Hoy les voy a contar una
curiosa historia gatuna,
de la Gata Morisca,
mimosa y bastante arisca,
y un gatazo bandolero
remalo como el primero,
amigo de gresca y riña,
que se llama Gato Güiña.
Como les iba diciendo,
Gato Güiña era tremendo,
si a un perruquillo encontraba
enseguida le atacaba
y alegre por su agresión
la cola hacía florón.
Si algún pajarito oía
de gula se relamía,
y atacó, ¡vean qué cosa!,
a una linda mariposa.
Desgraciado el conejito
que encontró al Gato maldito!
Se le tiraba al cogote
y no salvó ni el bigote.
Y hasta más de un cazador
al verlo sintió pavor,
y huyendo de tal gatazo
se libró de un arañazo.
El propio Lobo Feroz
le tenía un miedo atroz,
pues un día se hizo el bravo
y el Güiña le mordió el rabo,
y en la lucha desapreja
perdió el Lobo media oreja.
Luego, a partir de aquel día,
todo el mundo al Gato huía,
y así quien a todos asusta
a sí mismo se disgusta.
Harto al fin de soledad,
quiso ir a la ciudad
y haciéndose el roto vago
el Güiña llegó a Santiago.
Corren noticias muy feas
por tejados y azoteas,
cada gato se ha escondido
al acercarse el bandido
y éste va sacando pecho,
pasando de techo en techo,
sintiendo que en realidad
es el rey de la ciudad.
Orgulloso, sin empacho,
el Güiña tuerce el mostacho.
Su curiosidad se excita,
pues ve a una linda Gatita.
Por si sueña se pellizca
ante la Gata Morisca,
que lleva como aderezo
un gran lazo al pescuezo,
y sin miedo y sin enojo
mira al Güila de reojo,
luego, haciéndole un mohín,
se arrellana en su cojín,
y ante su asombro tremendo
se hace la que está durmiendo...
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