Onte estiven nunha marcha histórica e multitudinaria contra a Violencia de Xénero. Foron máis de 24 horas intensas, de esgotamento total e absoluto e de emoción. Dubidei moito ante a decisión que supuña "perder" tantas horas de traballo da fin de semana, pero... sentía que hai cousas que debo facer e que están por riba das miñas obrigas profesionais. Así que fun, e alégrome. Compartín con milleiros de mulleres e homes a preocupación pola realidade social que vivimos, e berrei contra unha sociedade que cala e outorga, ante un goberno que non ten nada que aportar e ante uns medios que falan de "mortes" e non de "asasinatos". Así que si, coido que fixen ben en ir. Aínda que agora me vexa agobiada e sinta que o domigo foxe das mans sen rematar todas as tarefas. Xa as rematarei, xaora!!!
Déixovos aquí o artigo de Nuriva Varela, a quen coñecemos nos Cursos de Igualdade do verán do Concello de Lalín. Uns cursos que tamén son motivo de orgullo, por outra parte:
Eso ocurría a mediados del siglo XX. En los primeros años del XXI, podríamos dar idéntica respuesta. La violencia de género, según Naciones Unidas, es la principal causa de muerte para las mujeres de entre 15 y 44 años en todo el mundo, por delante de las provocadas por el cáncer, los accidentes de tráfico o las guerras.
Podríamos llenar este periódico entero de cifras de la vergüenza. Existen en todo el mundo entre 113 y 200 millones de mujeres demográficamente desaparecidas. Cada año, entre 1,5 y 3 millones de mujeres y niñas pierden la vida como consecuencia de la violencia o el abandono por razón de su sexo. Como publicó hace años The Economist, “cada periodo de dos a cuatro años, el mundo aparta la vista de un recuento de víctimas equiparable al Holocausto de Hitler”.
La conclusión del primer informe mundial sobre violencia de género realizado por la Organización Mundial de la Salud, le puso el calificativo de epidemia: “La violencia contra las mujeres es un problema de salud global que tiene proporciones epidémicas”, decía textualmente. En marzo de 2014, el Informe sobre violencia contra las mujeres realizado por la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea concluía que en el último año, 13 millones de mujeres sufrieron violencia física en los 28 estados miembros; 3,7 millones fueron violadas y nueve millones de mujeres fueron víctimas de acoso. A lo largo de su vida, 62 millones de europeas, es decir, una de cada tres, ha sufrido violencia física o sexual —la encuesta recoge datos a partir de los 15 años así que se queda fuera toda la violencia sufrida por las niñas—. Prácticamente la mitad, el 47%, ha sufrido violencia psicológica por parte de su pareja y son 102 millones de mujeres las que han sufrido acoso sexual. 800 mujeres asesinadas en España en algo más de diez años, que sepamos, porque tampoco tenemos las cifras exactas, es una ignominia. Sin paliativos. No hay excusas. Vergüenza provocan quienes intentan minimizar esta barbarie.
Pero aún más. El porcentaje de mujeres que señaló en la Macroencuesta de 2011 haber sufrido violencia de género alguna vez en la vida fue del 10,9% del total de entrevistadas, lo que equivale a más de 2.150.000 mujeres. De ellas, estarían en la actualidad en situación de maltrato casi 600.000 mujeres. ¡600.000 mujeres se encuentran actualmente en España en situación de violencia! y un total de más de 2.150.000 la han sufrido alguna vez en su vida.
Si en vez de cifras hablásemos de personas, con sus nombres y
apellidos, y si sustituyéramos las estadísticas por los detalles de sus
vidas y las circunstancias de sus muertes, el relato sería insoportable.
No hay sumario capaz de recoger las realidades de los miles de mujeres
que han sido maltratadas, agredidas sexualmente o asesinadas por
violencia de género.
Entonces, ¿qué significado tiene la ciudadanía de las mujeres en este
contexto? Es obvio que se trata de una “ciudadanía en entredicho”, una
ciudadanía cuestionada y tensionada cotidianamente. Las propias
conclusiones del informe europeo señalan que, como la mayoría de las
mujeres no recurre al sistema judicial ni a otros servicios, se pone de
manifiesto que las necesidades y los derechos de millones de mujeres
europeas, sencillamente, no se abordan en la práctica. Es decir, vivimos
algo así como un simulacro democrático en lo que respecta a las
mujeres. Somos espectadoras de excepción de un tremendo retroceso en
políticas de igualdad y un tremendo retroceso en derechos y libertades.
Estamos viviendo una fuerte reacción patriarcal, un verdadero rearme de
la alianza capitalismo-patriarcado. Y esto no es teoría, nos está
golpeando duramente, día a día.Sin embargo, esta realidad no abre los informativos, no está en la prioridad ni en el discurso político, ni siquiera en la agenda, no forma parte de las grandes cuestiones de Estado. Es, simplemente, una realidad silenciada. Otro relato silenciado. El presupuesto para igualdad y violencia para 2016 representa el 0,0103% del total de los Presupuestos Generales del Estado. Eso es lo que valen nuestras vidas, el 0,01%
Nos enfrentamos a una cultura del simulacro que sostiene el “velo” de la igualdad como un juego de magia mientras escuchamos nuevos discursos que alimentan la misoginia histórica. Palabras nuevas para realidades antiguas; opciones políticas rejuvenecidas para estructuras de poder patriarcales; lenguaje sexista para mantener los imaginarios de discriminación; cultura del simulacro para seguir apropiándose —a nivel global— de los valores dominantes y normativos; mitos modernos para asentar la histórica usurpación del cuerpo de las mujeres; economía especulativa que arruina los estados del bienestar a costa, entre otras muchas cuestiones, del trabajo no remunerado de las mujeres; economía de rapiña que coloca en situación de extrema vulnerabilidad a millones de mujeres y niñas; discursos políticamente correctos que pretenden invisibilizar la barbarie; leyes que apelan a la igualdad y a la no violencia de género que sistemáticamente no se cumplen; normalización de la compra-venta de mujeres apelando a la libre elección. Miles de mujeres maltratadas, violentadas y asesinadas impunemente.
Por eso hoy estamos en las calles. Rompiendo el silencio, rasgando el velo de la igualdad, plantando cara a la impunidad, poniendo cifras y nombres al relato silenciado, exigiendo nuestros derechos de ciudadanía, cuestionando el simulacro de democracia, denunciando una economía de rapiña y, sobre todo, recordando lo obvio: que la felicidad de las mujeres sí importa, y su sonrisa, y sus deseos, y sus sueños, pero sobre todo, importan sus vidas, nuestras vidas.
2 comentarios:
Moitas grazas, moitas grazas, moitas grazas,....
Moitas grazas, moitas grazas, moitas grazas,...
Publicar un comentario