En Irán, despois de ter anunciado a fin desta práctica, morreron dúas persoas lapidadas, e outras dez poden correr a mesma sorte.
Nadie escuchó sus ruegos ni su última voluntad: pedía despedirse de su marido y de su pequeña de 10 años. Le pusieron un saco en la cabeza, la metieron en el hoyo y, para inmovilizarla, lo rellenaron de tierra. Policías iraníes, armados con piedras, hicieron el resto.
La ejecución de Fariba tuvo lugar el pasado 22 mayo. Una semana después, su historia apenas merecía unas líneas en Entekhab, el periódico oficial de Irán: «Una mujer ha sido condenada a muerte por lapidación por su participación en películas porno», decía el titular.
Fariba conocía los escabrosos detalles de una lapidación por las historias de mujeres que habían sufrido la misma muerte. En muchos casos lo más doloroso no son los golpes de las piedras. El 10 de agosto de 1994, en la ciudad de Arak un juez religioso obligó al marido y a los dos hijos de una condenada a lapidación a que asistieran a la ejecución. Las criaturas tuvieron que presenciar cómo el camión lleno de rocas aparcaba en el lugar, cómo su madre imploraba que libraran a sus hijos del sufrimiento de verla morir, y cómo, en medio de la lapidación, su progenitora lograba esquivar la lluvia de guijarros y escapar durante unos minutos. Hasta que los guardias del régimen la alcanzaron y le dispararon a bocajarro"
Le o artigo completo: "Fariba, otra mujer lapidada".
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