Ésta es mi particular carta a los Reyes, la que mandé ayer. Aún no me trajeron nada… será tan sólo cuestión de esperar? O habrá que moverse?
Queridos Presidente, Conselleiros, Directores Xerais y Subdirectores, Secretarios y Subsecretarios, Delegados y Subdelegados, técnicos y secretarios generales técnicos, y demás altos cargos, políticos y funcionarios, en definitiva, miembros del Gobierno gallego, la Xunta de Galicia:
Como este año fui muy bueno y no hice mal a nadie, les escribo mi carta pidiéndoles mis deseos para este año 2010. Como estimo que están ahí por obra y gracia de nuestros votos, y aunque les haya votado o no, deben gobernar para todos, espero que atiendan como es debido a mi desiderata y hagan lo más posible por satisfacer mis ilusiones.
Les explico: soy un joven gallego, hispano y europeo (no estrictamente por esta orden, pero sí en idéntica proporción). Al mismo tiempo me considero ciudadano del mundo, abierto a todas las culturas y naciones que promuevan el acercamiento entre los seres humanos. Soy gallego porque soy hijo de Rosalía, Curros y Castelao, Dobarro y Vaamonde, hispano porque amo a Lorca, Alberti o Neruda, Serrat y Víctor Jara. Europeo porque desciendo de Goethe, Shakespeare y Dante, Pessoa y Kavafis, y del mundo porque todas las personas y todos los pueblos somos en esencia iguales, todos necesitamos unos mínimos derechos para realizarnos, y supongo nadie debería buscar restar derechos a los demás. Me considero una persona mínimamente formada, con estudios superiores aunque no se necesiten para tener educación ni para ser más que nadie, pero tampoco para ser menos. Me explico: con 2 licenciaturas, experiencia profesional y competencia suficiente para desenvolverme en cualquiera de las dos lenguas cooficiales de esta tierra, y algunas extranjeras, no tengo trabajo ni mucho menos posibilidades a corto o medio plazo de independizarme. ¿Cómo se concibe esto?
Mi situación extremadamente precaria es la de miles y miles de jóvenes gallegos y, por extensión, españoles, aunque me centro en estos primeros porque son para ellos para los que gobiernan, y a quien deben entregarles sus “regalos”. A la misma edad, mis padres ya habían dejado la casa familiar, hace unos cuantos más que trabajaban y ganaban dinero, y por supuesto me habían concebido. Hoy en día, con más formación y más competencia, nuestras posibilidades se ven reducidas a la mínima expresión, y nuestras expectativas frustradas de raíz por culpa de un sistema económico que fomenta la explotación y la acumulación personal en vez del bienestar social general. ¿No les da que pensar?
Me refiero ahora a otro derecho fundamental, ya que la lengua y la cultura son lo único inmaterial y por lo tanto nuestro, insubstituible e irrenunciable: el de expresarnos en la lengua que nosotros queramos. Mi lengua materna, familiar y en la que me expreso normalmente es el castellano, pero considero el gallego como propio y una muestra de la riqueza de nuestro patrimonio, por lo que hago lo posible por comunicarme en las dos. Hablo y escribo sin problema en cualquiera de las dos lenguas cooficiales de este país, gallego y castellano, castellano y gallego, y además francés, inglés, y si me apuras, algo de portugués. Nunca sentí la cuestión de la lengua como un problema, nunca tuve la sensación de que se me hiciese más complicado el aprendizaje de una materia por darla en gallego, y nunca sentí que el gallego le restase tiempo a lenguas como el inglés o el francés. Veo, por el contrario, que durante mucho tiempo se vulneraron los derechos de una porción inmensa de la población que no podían aprender desde pequeños en su lengua materna, ni siquiera hablarlo en ninguno de los ámbitos más fundamentales de la vida cotidiana. Creo que el actual debate es un debate interesado fomentado por ciertos grupos de presión con mucho poder y un montón de votos que no quieren desprenderse de sus privilegios a costa de reducir los derechos de los otros. No entiendo sino cómo no se pueden destinar recursos a la traducción de libros al gallego, cómo no sólo no se fomenta sino que se reduce el uso del gallego como lengua vehicular para la enseñanza en las mismas condiciones y oportunidades que el castellano, y cómo este no se precisa, como se precisa el castellano, para acceder a la Administración pública y dar un servicio de calidad al 50% de las personas que se expresan en una de las lenguas cooficiales de este país.
Tampoco me cabe en la cabeza y me indigna que muchos de sus representantes desprecien por sistema el gallego y la cultura gallega. Les recuerdo, por ende, que ustedes no estarían ahí ni cobrarían sus suculentos sueldos si no fuese por obra y gracia del idioma. Ni concibo cómo pueden desaparecer ciertos programas de televisión o radio comprometidos con la cultura propia, o cómo se puede manipular hasta extremos infames la información en favor de los intereses políticos o quién sabe si de otro tipo de ciertos individuos y sectores de opinión. No responde a mi derecho a tener unos medios de comunicación públicos, democráticos y de calidad.
Yo soy castellano-hablante y nunca vi el gallego como un problema; y como yo, pienso que el 90% de los que son como yo comparten mi opinión. Creo sinceramente que sólo los renegados y los inadaptados, o los que rechazan en bloque aprender, se oponen a que el gallego progrese en competencias y se normalice por fin como le corresponde por derecho. Están, entonces, a infravalorarme en un sistema que debería premiar a los que más competencia tienen, y no al revés. Quieren mi trabajo, mi sueldo y mis oportunidades, y no van a parar hasta que lo consigan. ¿Por qué a ellos se les baja el listón y a mí se me hace cada vez más imposible?
Y ahora, me dirijo a ustedes: les pido, entonces, en esta mi carta a sus ilustrísimas excelencias, que dejen de molestar con el tema del idioma, y que se ocupen de lo que realmente importa:
De dar una educación de calidad, en la que el inglés no sea una estrategia publicitaria, en la que el bi, tri y hasta cuatrilingüismo sean una realidad, y en la que se destinen suficientes recursos a los profesores y a los centros educativos para que puedan desarrollar su labor con solvencia y comodidad, y así haber inglés, gallego, chino o cualquiera la lengua que sea.
De ofrecer medios de comunicación verdaderamente públicos y de calidad imparciales y democráticos, que escuchen las demandas de la ciudadanía, y no la línea editorial de unos cuantos grupos de poder, con un pensamiento único.
También queremos un trabajo digno, estable y apropiado para mantenerme y para mantener en un futuro no muy lejano a una familia. Yo quiero un desarrollo sostenible de nuestro territorio y de nuestra sociedad, una sanidad y educación públicos y de calidad, unas infraestructuras y comunicaciones buenas y adaptadas a nuestra geografía y economía, unas pensiones y unos servicios dignos para nuestros mayores y la misma dignidad para los jóvenes, una vivienda y un empleo no ostentosos sino suficientes para vivir. Todos estos derechos vienen recogidos en la Constitución que tanto dicen defender y de la que tanto presumen. ¿Por qué no puedo ejercerlos?
Les pido entonces que comiencen a trabajar por satisfacer estos derechos básicos, y les pido también que no creen más confusión y más problemas de los que ya tenemos. ¿Serán capaces de ponerse de acuerdo y hacerlo? Yo les dejo anís, licor café o la sustancia espirituosa que prefieran para aguantar el frío de esta larga noche o legislatura. Pero no me conformo con outro caramelo o sólo con la ilusión de estos cuatro años próximos, hace mucho que dejé de creer en los Reyes, en la magia, y además soy republicano de corazón. Si no se esfuerzan por cumplir, me reservo el derecho a ser el que les traiga carbón, no sólo en la noche electoral, sino en todos los días que nos restan hasta el fin de la legislatura.
Se despide, atentamente suyo,
Jorge M. de la Calle
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