Félix Soria conta no seu blogue a tráxica historia que hai tras a orixe do Día Internacional do Traballo:
Durante los últimos años de la década de 1870, una organización denominada Noble Orden de los Caballeros del Trabajo (NOCT) cobró notable influencia en los barrios obreros de la ciudad de Chicago, sobre todo en el extrarradio, donde se habían levantado cientos de casetas, barracas y otras infraviviendas en las que se hacinaban miles de campesinos sin tierra llegados del centro del país, familias enteras empobrecidas y hambientas que en su mayoría hallaban trabajo en la pujante metrópoli de los Grandes Lagos.
Los caballeros, entre cuyos dirigentes eran mayoría los militantes de la Federación Americana del Trabajo [American Federation of Labour, de ahí que los miembros de la AFL fueran conocidos como los laboristas], se ganaron el aprecio y el respeto de miles de personas debido a sus comentarios, a los valores que preconizaban en sus charlas y arengas, así como por el apoyo que se prestaban entre ellos y a los asalariados que estaban en apuros o caían enfermos, a los que habían sido despedidos o a los que sufrían algún tipo de sanción o castigo por parte de los empresarios.
Los caballeros, entre cuyos dirigentes eran mayoría los militantes de la Federación Americana del Trabajo [American Federation of Labour, de ahí que los miembros de la AFL fueran conocidos como los laboristas], se ganaron el aprecio y el respeto de miles de personas debido a sus comentarios, a los valores que preconizaban en sus charlas y arengas, así como por el apoyo que se prestaban entre ellos y a los asalariados que estaban en apuros o caían enfermos, a los que habían sido despedidos o a los que sufrían algún tipo de sanción o castigo por parte de los empresarios.
En los debates que acostumbraban a suscitarse en los actos y reuniones que convocaba la NOCT, casi siempre destacaba un asunto: las largas jornadas laborales que cubrían los trabajadores en los tajos y en las fábricas: 10, 12, 14 y en numerosas ocasiones hasta ¡más de 24 horas!, con breves descansos de media hora o una hora para echar una cabezada y reponerse.
Así, tras años de penurias y abusos crecientes, en la primavera de 1886 y cumpliendo el mandato aprobado en el cuarto congreso de la AFL celebrado dos años antes, los laboristas de Chicago celebraron varias reuniones, establecieron contacto con otros colectivos y convocaron una marcha para cumplir la promesa que se autoimpusieron en 1884 y recordar a los empresarios y a las autoridades que a partir del 1 de mayo la jornada laboral ordinaria sería de 8 horas diarias, so pena de ir a la huelga indefinida.
Durante las jornadas previas al día 1, tanto la AFL como los empresarios llevaron a cabo sendas campañas; los primeros intentaban convencer al mayor número posible de asalariados de que se sumaran al llamamiento, en tanto que la mayoría de los segundos amenazaban con despidos masivos e incluso con el cierre de fábricas; es decir, un cierre patronal que, para colmo y de forma premonitoria, en algunos casos era anunciado como paso previo a la deslocalización de la fábrica.
Para sorpresa de todos --también de los convocantes-- a la marcha por las 8 horas acudieron en torno a 75.000 personas, que pasearon por las principales calles de la ciudad anunciando la jornada laboral de 8 horas diarias. Por si fuera poco, en Chicago y sus alrededores más de 150.000 trabajadores se declararon en huelga y lo que es más importante, en torno al 30% de empresas aceptaron la propuesta e instauraron la jornada de 8 horas.
[En la mayoría de empresas las 8 horas apenas se mantuvieron una semana --más adelante se verán las causas-- y al paso de un mes todos los empresarios volvieron a imponer jornadas de 10 o más horas]
En un encuentro con los laboristas previo al día 1, los anarquistas se habían negado a participar en la convocatoria alegando que desde su punto de vista lo procedente era exigir la ilegalización de la propiedad privada de los medios de producción y la abolición del trabajo asalariado, añadiendo que solicitudes como la de limitar el horario solo servían para paliar males, no para solucionarlos. Sin embargo, el seguimiento de la convocatoria fue tal que el día 2 de mayo se sumaron al movimiento, cuyo líder más significado era el laborista Albert Parsons.
El día 2, seguros del éxito tras el alto grado de participación de la jornada anterior y con el valioso apoyo de los ácratas, las huelgas prosiguieron, se extendieron --incluso a otras ciudades de EE. UU.-- y en Chicago se celebraron decenas de reuniones y mítines.
Primera matanza, en McCormick
El día 3, el anarquista August Spies pronunció una arenga ante unos 5.000 huelguistas y propuso acudir en masa a la planta industrial McCormick, fabricante de maquinaria agrícola, cuyos trabajadores estaban en huelga desde hacía tres meses porque el propietario había decidido restarles parte del salario para financiar la construcción de una iglesia. Pero McCormick contrató guardas de seguridad y esquiroles, logrando mantener un notable ritmo de producción; motivo por el que la intención de los cientos de huelguistas que siguieron el llamamiento de Spies era lógica y más que previsible: paralizar la industria.
Ya delante del portón de acceso a McCormick, Spies volvió a tomar la palabra, minutos después sonó la sirena de la fábrica y cuando salieron los rompehuelgas contratados se desató una batalla campal. Inesperadamente, compareció una compañía de la policía que, nada más llegar y sin previo aviso, disparó contra las filas de los manifetantes, causando un número indeterminado de heridos (las cifras que se barajaron y de las que queda cnstancia van de los 40 a los 90) y 6 muertos.
Segunda matanza, en Haymarket Square
Segunda matanza, en Haymarket Square
Apenas dos horas después, varios trabajadores del periódico Arbeiter Zeitung editaron y repartieron por la ciudad miles de octavillas informando de la masacre. La frase inicial de la octavilla era esta: “Trabajadores, la guerra de clases se ha iniciado”. El texto finalziaba así: “¡Tened coraje, esclavos, levantaos!”, y figuraba un llamamiento para acudir a las siete y media de la tarde del día siguiente a una concentración de protesta en el parque de Haymarket Square.
El alcalde de Chicago asumió su cuota de responsabilidad por la actuación policial en los incidentes de McCormick y autorizó la concentración para evitar males mayores. Es más, el regidor acudió a la cita y escuchó a los oradores.
[Las crónicas no coinciden y la cifra de reunidos varía desde los 18.000 hasta los 25.000].
El acto terminó poco después de las nueve de la noche. Un cuarto de hora después de finalizar el último parlamento, el inspector jefe de policía John Bonfield consideró que los asistentes tardaban demasiado en abandonar el parque y ordenó a los 180 agentes --¡que habían acudido para evitar desordenes!-- que cargaran contra los reunidos. Apenas un par de minutos después de iniciarse la refriega estalló una bomba lanzada contra la policía, causando la muerte a un oficial e hiriendo a media docena de agentes, cuyos compañeros echaron mano de las armas de fuego y dispararon a bulto.
Pese a que se intentó, nunca fue posible establecer el número exacto de muertos y heridos. [Tomando como base tres fuentes distintas, cabe apuntar que hubo 40 muertos y 250 heridos de mayor o menor gravedad]
Pese a que se intentó, nunca fue posible establecer el número exacto de muertos y heridos. [Tomando como base tres fuentes distintas, cabe apuntar que hubo 40 muertos y 250 heridos de mayor o menor gravedad]
Las autoridades declararon el estado de sitio. En los días sucesivos se efectuaron decenas de registros y la policía dijo haber descubierto varios arsenales que guardaban desde revólveres hasta ametralladoras, también se anunció el hallazgo de una fábrica de bombas y otra ¡torpedos submarinos!, varios refugios subterráneos e incluso pasadizos entre inmuebles… En resumen, las autoridades alimentaron la patraña de que habían logrado desmantelar los preparativos de una insurrección armada.
¿Quiénes cree usted que eran los peligrosos instigadores de esa revolución? ¡Por supuesto, los anarquistas!, no en vano constituían el colectivo obrero mejor organizado y el que en más ocasiones había recurrido a la violencia para defender sus actos y manifestaciones; amén de haber propinado palizas a esquiroles y a varios empresarios que trataban a sus trabajadores cual esclavos.
Tercera matanza, la de la Justicia
El 21 de junio de ese mismo año, sin instrucción regular e incumpliendo numerosos preceptos procesales, 8 de los 31 anarquistas inicialmente acusados fueron juzgados por todos los delitos que usted pueda imaginar. Tres de los reos fueron condenados a largas penas de prisión y los otros cinco, a morir ahorcados.
Los ocho mártires de Chicago, así fueron bautizados y así son históricamente conocidos, fueron:
Engel, Georg (50 años, alemán, tipógrafo), condenado a la horca;
Fielden, Samuel (39 años, inglés, obrero del textil), cadena perpetua;
Fischer, Adolf (30 años, alemán, periodista) a la horca;
Linng, Louis (22 años, alemán, carpintero), a la horca (se suicidó en su celda antes de ser ejecutada la sentencia);
Neebe, Oscar (36 años, estadounidense, agente comercial), quince años de trabajos forzados;
Parsons, Albert (39 años, estadounidense, periodista), a la horca;
Schwab, Michael (33 años, alemán, tipógrafo), cadena perpetua, y
Spies, Auguste (31 años, alemán, periodista), a la horca,
El juicio y las condenas provocaron un escándalo de alcance internacional, sobre todo en Alemania, pues cinco de los ocho condenados eran ciudadanos germanos; otro era inglés y sólo dos, estadounidenses.
Tres años más tarde, el primer congreso de la Internacional Socialista, en París, decidió celebrar el Día de la Solidaridad Internacional --tal es la denominación original-- todos los Primero de Mayo; más tarde pasó a denominarse Día Internacional de la Clase Trabajadora y, más recientemente, Día de los Trabajadores. [Durante la dictadura franquista, en España la denominación oficial era Día del Trabajo]. Sin embargo, en Norteamérica --incluido Canadá-- el 1 de mayo se celebra el Día de la Ley.
Tres años más tarde, el primer congreso de la Internacional Socialista, en París, decidió celebrar el Día de la Solidaridad Internacional --tal es la denominación original-- todos los Primero de Mayo; más tarde pasó a denominarse Día Internacional de la Clase Trabajadora y, más recientemente, Día de los Trabajadores. [Durante la dictadura franquista, en España la denominación oficial era Día del Trabajo]. Sin embargo, en Norteamérica --incluido Canadá-- el 1 de mayo se celebra el Día de la Ley.
Siete años después de dictar sentencia, el juicio fue oficialmente declarado nulo y los tres encarcelados fueron liberados.
Vía Libro de Notas
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