Veño de topar este artigo que coido é moi interesante:
¿De qué se ríen las mujeres?
INÉS
PARÍS. ¿Sabíais que las mujeres que asisten a una representación de
teatro o a una película se ríen mucho más si no hay varones en la sala?
Es curioso, ¿verdad? Todavía hoy en día las mujeres inhiben sus
carcajadas ante los hombres. ¿Por qué?
Imaginad
la siguiente escena: una mujer de mediana edad, casada, madre de varios
hijos, que durante la cena de Navidad se dedica a contar chistes
subidos de tono, que cuando su hijo se resbala y cae al suelo sufre tal
ataque de risa que se troncha, se desternilla, se “descojona”, se “parte
el culo” de risa… o sea se descompone (pierde toda compostura). Su
propia familia pensaría que se ha vuelto loca, que está borracha o
histérica. Posiblemente a nadie le haría gracia la situación. Su hijo
más pequeño se asustaría (en los cuentos solo las brujas se ríen así),
su hija mayor pensaría que su madre no tiene edad para comportarse de
esta forma y su marido… bueno, su marido sabe que si él sufre un ataque
de descojono a todo el mundo le hará gracia. Pero no si le pasa a su
señora. Esto no lo hacen las mujeres decentes, dignas, apropiadas… las
buenas chicas, vaya.
Y
así es, como dicen los manuales de buena educación, las chicas son
serias, es decir, no enseñan los dientes, no desencajan las mandíbulas,
no emiten sonidos estruendosos, no se retuercen y parten de risa (como
mucho sonríen dulce y comprensivamente…)
Las
buenas chicas tampoco se burlan de los demás (compadecen y cuidan a
aquellos que suelen ser objeto de escarnio), no se ponen en ridículo a
sí mismas (se cuidan, maquillan y enmascaran).
Y
estas chicas buenas (las señoritas, las mujeres decentes, las dignas de
admiración) tampoco hacen reír: no dicen chistes soeces, no hacen
muecas, no se tiran por el suelo ni sueltan ex-professo pedos y eructos.
En todo caso son ingeniosas.
Pero
las mujeres que, en su conjunto, tienen prohibido reír y hacer el
payaso, sí que son motivo de burla: por ser ingenuas, tontas, incultas, o
demasiado listas, resabiadas y pedantes; por tener el culo gordo, las
tetas enormes o demasiado pequeñas; por tener miedo de las arañas, por
no saber usar armas de fuego, por conducir torpemente, por no saber
pelear más que tirando de los pelos…por no entender los chistes. ¿No
conocéis aquel?
Las mujeres se ríen tres veces cuando les cuentas un chiste:
Una: cuando lo oyen
Dos: cuando se lo explicas
Tres: cuando lo entienden
Total, las mujeres son objeto de burla pero no sujeto del humor.
¿Y esto, por qué?
El
humor, sobre el que han corrido ríos de tinta (que no pretendo resumir
en estas pocas líneas), es social. Tiene dos funciones básicas que al
final son la misma: excluir y unir. Se excluye al que es objeto de la
burla y cuyos rasgos se señalan para indicar que “es distinto” (tonto,
frente a los listos / torpe frente a los hábiles / extranjero frente a
los nacionales / negro frente a los blancos).
Y al tiempo este mecanismo se utiliza en el sentido inverso para unir al grupo que comparte la burla.
En
este sentido el humor es “agresivo” y “cruel”, pero lo es sobre todo
contra los más “débiles” porque lo humorístico es un mecanismo de escape
que sirve sobre todo para restituir el orden establecido.
Pensemos
en los carnavales, esa fiesta popular durante la cual está permitido
“poner el mundo al revés”. Los disfraces, las borracheras, la fiesta,
permiten subvertir y confundir las identidades, el tiempo y las
jerarquías sociales. Pero un carnaval no es una revolución sino un
mecanismo de escape: en una sociedad como la medieval servía para que
todo volviese a su lugar incluso con más firmeza.
La ideología patriarcal ha utilizado el humor para ridiculizar a las mujeres que se “salían de la norma establecida”
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Por
lo tanto, la burla a los poderosos (iglesia, ejército, reyes) dura poco
tiempo y es inofensiva. Sirve incluso para reforzar su poder. El humor
no suele detenerse en estos sujetos sino en los que ocupan un lugar más
frágil en la escala social: aquellos que no solo no pueden defenderse
sino a los que es importante mantener “en su sitio”. Como a las mujeres.
La
ideología patriarcal ha utilizado el humor para ridiculizar a las
mujeres que se “salían de la norma establecida”: las sabias, las que no
estaban casadas, las viejas. También ha reforzado los estereotipos y
caracterizado a las mujeres como tontas, débiles y cobardes, o sea,
necesitadas de un varón.
La
clave de todo este proceso ha sido la exclusión de las mujeres como
“autoras”. La ausencia de escritoras de comedias, pintoras satíricas,
etc. es todavía hoy justificada con argumentos tan peregrinos como que
el sentido del humor está ligado a la testosterona, como si fuese un
impulso agresivo sin una historia social y una función.
Sin
embargo, hay un espacio en el muy amplio universo de lo cómico donde
las mujeres se han situado a la cabeza: en las llamadas “comedias
románticas”. En este tipo de películas, a medio camino entre el
melodrama y la comedia, han tenido un gran éxito autoras como Nora
Ephron o Nancy Meyers. Yo misma lo he cultivado en mis películas. ¿Por
qué ha resultado relativamente sencillo a las mujeres convertirse en las
reinas de este género? Básicamente porque son películas “para mujeres”.
Todas ellas tienen un “final feliz” (normalmente una boda o la
culminación de amor) y además el tipo de humor que cultivan es del tipo
“inteligente” (diálogos ingeniosos, ironía sobre las relaciones humanas)
o sea, suave.
¿No
nos gusta entonces a las mujeres el humor “políticamente incorrecto”?
De esto se nos suele “acusar” a las autoras de comedia. Parecemos
blandas y ñoñas frente a nuestros compañeros autores de “comedias
gamberras”. Mientras nosotras hacemos piruetas sobre una pista de hielo,
ellos pelean en el ring de los grandes autores cómicos.
Sin
embargo… las cuchillas que utilizan los patines de las autoras de
comedia están muy afiladas. Si nos fijamos en el tratamiento que dan (y
damos) al género veremos que, el nuestro, es humor políticamente
incorrecto “de verdad”. Es decir, nuestras comedias no se burlan de los
negros, los gitanos, las chicas tontas, o los que son vírgenes a los
cuarenta. Nuestras comedias ponen en duda la familia tradicional,
defienden el amor a cualquier edad, cuestionan al machito tradicional,
la maternidad idealizada, los roles de género y algunas otras “cositas”.
Y
con frecuencia tienen finales felices pero rompedores (como cuando en
“A mi madre le gustan las mujeres”, película que dirigí con Daniela
Fejerman, casamos a las dos mujeres protagonistas)
Total,
las mujeres hemos descubierto de qué nos gusta reírnos y que, como dijo
Cervantes, el humor es un arma poderosa… contra el machismo (esto lo
añado yo)
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