Esta marabillosa novela de Anna Gavalda é a miña última lectura. Por favor, lédea. Porque é marabillosa. Porque paga a pena mergullarse en tantas e tantas frases cheas de dozura e soidade, en catro vidas desapegadas e esnaquizadas que quizais poidan permitirse teren unha fenda de felicidade. Porque debemos abrir a porta para que entren estes personaxes marxinados nunha sociedade caracterizada pola incomunicación. Unha multitude de sentimentos mestúranse maxicamente sen case acción. A convivencia convértese nun agasallo, como agasallo é o feito de lela.
É un feitiño conto cheo de tenrura, de amor, de amizade. Non hai escenas melodramáticas nin esaxeradas, xa que aínda que a vida é moi dura, sempre se pode saír adiante. E este optimismo énos tan cercanos que nos provoca un sorriso na súa lectura.
Defectos: a historia que xorde de amor, previsible; e o "abandono" dun dos personaxes máis suxerentes.
Esta novela xa é película: esperemos que non nos defraude, como tantas veces ocorre.
... era porque las piedras ocupaban todo el espacio en su estómago. Que cada día se levantaba con la sensación de masticar grava, que aún no había abierto los ojos y ya se estaba ahogando. Que el mundo que la rodeaba ya no tenía la más mínima importancia y que cada nuevo día era como un peso que le era imposible levantar. Entonces lloraba. No porque estuviera triste, sino para poder tragar todo aquello. Las lágrimas, que no eran sino líquido al fin y al cabo, la ayudaban a digerir su montón de piedras y le permitirían volver a respirar...
... ¿De qué sirven las emociones si no pueden compartirse?...
Ni siquiera eran felices, de hecho, ya no eran tan exigentes. Estar juntos, nada más. Eso en sí ya era algo inesperado.
Defectos: a historia que xorde de amor, previsible; e o "abandono" dun dos personaxes máis suxerentes.
Esta novela xa é película: esperemos que non nos defraude, como tantas veces ocorre.
... era porque las piedras ocupaban todo el espacio en su estómago. Que cada día se levantaba con la sensación de masticar grava, que aún no había abierto los ojos y ya se estaba ahogando. Que el mundo que la rodeaba ya no tenía la más mínima importancia y que cada nuevo día era como un peso que le era imposible levantar. Entonces lloraba. No porque estuviera triste, sino para poder tragar todo aquello. Las lágrimas, que no eran sino líquido al fin y al cabo, la ayudaban a digerir su montón de piedras y le permitirían volver a respirar...
... ¿De qué sirven las emociones si no pueden compartirse?...
Ni siquiera eran felices, de hecho, ya no eran tan exigentes. Estar juntos, nada más. Eso en sí ya era algo inesperado.
Sen comentarios
Publicar un comentario